“Yo me sentí reparada el día que mi hija volvió a sonreír”

Capítulo 5

Repararse, Levantarse, Renacer

“Yo me sentí reparada el día que mi hija volvió a sonreír”

Sanadora, reparadora, intensa y transformadora. Así ha sido la experiencia de Fabiola Perdomo durante los últimos tres años de su vida. Desde ese 2016 que fue sanador, porque escuchó el perdón que tanto necesitaba, por la memoria de su esposo Juan Carlos Narváez y de los demás diputados asesinados por las Farc en cautiverio.

“Decidí no ser más víctima, sino ser constructora de paz”: Fabiola Perdomo
“Decidí no ser más víctima, sino ser constructora de paz”: Fabiola Perdomo

Reparador porque los responsables del secuestro que tantas heridas dejó en el Valle del Cauca y en el país vinieron a Cali y rindieron un tributo póstumo a los asambleístas. Un 2016 intenso porque a los pocos días de ese acto viajó a Oslo, Noruega, a acompañar al  expresidente Juan Manuel Santos, para recibir el Premio Nobel de Paz, junto a otras víctimas, y un trienio transformador porque ahora, cerrando ciclos, cambió el dolor por el perdón; siente que le cumplió a la memoria de su esposo y que es hora de pensar más en sí misma, tras 16 años de sufrir las consecuencias de una guerra que le sacudió la vida y de trabajar sin descanso como mamá para hacer de su hija Daniela la mujer de valores, que en la niñez proyectaron Fabiola y su esposo Juan Carlos.

“La experiencia que tuve en la Unidad Territorial de Víctimas fue enriquecedora y sanadora. Enriquecedora porque aprendí muchas cosas de la política pública de víctimas que no conocía, pese a ser víctima yo también. Cada vez que aprendo algo siento que valió la pena estar donde estaba, y sanadora porque pude hacer el duelo, pude ver que había otros daños superiores a los míos y que había personas que lo habían superado. Eso me fortaleció y me ayudó a trabajar en mi proceso personal, de superar la adversidad y trabajar para que otros lo hagan”, cuenta.

“La experiencia que tuve en la Unidad Territorial de Víctimas fue enriquecedora y sanadora; enriquecedora porque aprendí muchas cosas de la política pública de víctimas que no conocía, pese a ser víctima yo también”.

Fabiola, que fue desde el principio la vocera de las familias de los diputados secuestrados y asesinados en cautiverio por las Farc, hoy tiene la memoria llena de recuerdos, al lado de gente que como ella sufrió en carne propia la guerra.

Daniela Narváez, de niña, junto a Fabiola. Al fondo, la foto de la familia completa, antes del secuestro de los diputados.
Daniela Narváez, de niña, junto a Fabiola. Al fondo, la foto de la familia completa, antes del secuestro de los diputados.

“Hay una anécdota que recuerdo de manera muy especial, en mi primera semana en la Unidad, la recuerdo porque fue muy impactante. Se trataba de una víctima del centro del Valle que fue a una reunión en la que yo estaba, era muy agresiva y grosera, llegó el momento en que no aguanté y le dije que porqué era así, que yo solo quería aportar al proceso de reparación. La confronté respetuosamente, pero la confronté.

Hasta que en un receso se me arrimó, dijo que la entendiera, que ella no creía en las instituciones, que no creía en la gente, que tenía un dolor enorme y mucha rabia en su corazón. Entonces me contó su historia: fue violada por siete paramilitares delante de su esposo y luego lo violaron a él, le reclutaron a su hijo, los desplazaron de su casa. Fue impactante oírla y darme cuenta de la dimensión del daño padecido por otras personas”.

Historias duras como estas recogió durante mucho tiempo. Todas ellas le han hecho fortalecer su idea de seguir trabajando por la paz, desde la orilla a donde la lleve la vida, porque la paz es un legado de Juan Carlos, su esposo. “Lo seguiré haciendo por él, por su memoria y porque no trabajar por la paz sería que su muerte hubiera sido en vano. Creo que lo que me ha ayudado a enfrentar la pérdida de Juan es que este doloroso hecho ayudó a abonar el camino para los diálogos y la negociación entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc”.

“Mi proceso de reparación ha sido notorio. El 1 de agosto del 2016 entré y era distinta, mi vida cambió, dejó de ser gris y hoy le puse color. Trato de disfrutar cada cosa, le doy gracias Dios por todo lo que me ha dado y por lo que viene, pero, sobre todo, por darme la oportunidad de sanar, de pasar esa página de sufrimiento, mas no de dolor, porque ese siempre estará allí.

Cuando hablo de eso se remueven dolores en mi corazón, pero ya no es permanente. Hoy puedo decir que salí de la etapa del sufrimiento y que vivo el dolor cada vez que hablo, que recuerdo estos hechos o que escucho a alguien con quien me identifico, eso me remueve. Sin embargo, hoy disfruto muchas cosas que antes no hacía.

Daniela (su hija) está igual que yo, renovada. Yo me sentí reparada el día que mi hija volvió a sonreír, hoy es una joven feliz, enamorada, comprometida con su estudio, buena estudiante, con una sensibilidad enorme y una capacidad de entrega gigante. Ver a mi hija otra vez saliendo con sus amigos, ya no dedicada a su soledad, es una gran alegría para mí. Ella tenía mucho miedo de hablar en público, después de la muerte de su papá no quiso hablar más para los medios, le costaba trabajo hablar en público. Después de haber tenido ese encuentro con las Farc en La Habana, en 2016, ella cambió y hoy está con muchos sueños, sobre todo, para cumplirlos en este país, lo que no era su prioridad antes.

Con las otras familias de los diputados asesinados siguen en contacto, aunque ya con menor frecuencia. Los que se han consolidado como grupo son los hijos, que tienen su propio chat y ellos han querido recoger ese trabajo que hicimos los papás o los adultos en su momento. “Estando en la Unidad de Víctimas entendí que no me puedo dedicar solo a mi tema o a mi dolor, sino ayudar a otros que han sufrido daños similares o peores”, agrega.

Ella tenía mucho miedo de hablar en público, después de la muerte de su papá no quiso hablar más para los medios, le costaba trabajo hablar en público. Después de haber tenido ese encuentro con las Farc en La Habana, en 2016, ella cambió y hoy está con muchos sueños, sobre todo, para cumplirlos en este país, lo que no era su prioridad  antes.

De entregar su testimonio y escuchar el de otras víctimas en las rendiciones de cuentas de la Justicia Especial para la Paz, JEP, y del perdón y la verdad sobre lo que ocurrió con los 11 diputados asesinados en cautiverio, Fabiola cuenta que está tranquila, también con lo vivido en el encuentro de La Habana y la ceremonia de perdón público; pero dice también que debe ser respetuosa con las familias que sienten que todavía falta y que fue un compromiso que quedó del encuentro en La Habana y es conocer la verdad del secuestro.

“Sobre la muerte está todo aclarado, pero sobre el secuestro (cómo se planeó, quiénes participaron, si funcionarios apoyaron), esa parte no se ha resuelto y en Cuba quedamos en que era una de las cosas que se debía conocer a través de las instancias creadas por el Acuerdo de Paz, para saber cómo pasó y toda la verdad. Siempre dijimos que la verdad que reclamamos es para la historia, no judicial, que sea más una garantía de no repetición y un elemento para construcción de la memoria”, agrega.


El 11 de abril de 2002, la guerrilla de las Farc secuestró a 12 diputados del edificio de la Asamblea del Valle, en el centro de la ciudad, en un cinematográfico operativo en el que resultó muerto el suboficial Carlos Alberto Cendales y en el que fueron engañados los políticos, haciéndoles creer que se trataba del Ejército y que los retiraban del lugar porque había una amenaza de bomba.

En el bus fueron llevados: Rufino Varela, Carlos Barragán, Jairo Javier Hoyos Salcedo, Alberto Quintero Herrera, Juan Carlos Narváez, Edinson Pérez, Nacianceno Orozco, Carlos Charry, Francisco Giraldo, Ramiro Echeverry, Héctor Arismendy y Sigifredo López hacia la parte alta de los Farallones de Cali. Luego, los secuestrados fueron trasladados a otros lugares.

Cinco años después, el 28 de junio de 2007, la opinión pública se enteró de que días atrás, en cautiverio, las Farc habían asesinado a 11 de los 12 políticos del Valle secuestrados. Los hechos que no fueron totalmente esclarecidos, relatan que se trató de una confusión entre las mismas fuerzas de la insurgencia, que al pensar que venía el Ejército, ejecutaron a los plagiados. Solo uno de ellos sobrevivió al no encontrarse en el lugar: Sigifredo López, liberado meses después de los hechos, el 5 de febrero de 2009.

 

Protagonista en el Nobel

“Desde el día en que recibí la invitación para hacer parte de la comitiva que acompañaría al presidente Juan Manuel Santos a recibir el Premio Nobel de Paz en su nombre y el de las víctimas (9 de diciembre de 2016) sentí una alegría muy grande.

El 11 de abril de 2002, la guerrilla de las Farc secuestró a 12 diputados del edificio de la Asamblea del Valle. Cinco años después, el 28 de junio de 2007, la opinión pública se enteró de que días atrás, en cautiverio, las Farc habían asesinado a 11 de los 12 políticos del Valle secuestrados.

Cuando llegamos a Oslo fue emocionante reconocer a las otras personas que estaban ahí conmigo: a la líder indígena víctima de violencia sexual (Liliana Pechené), al señor de Bojayá que perdió 32 personas en la masacre (Leyner Palacios); a la de Antioquia que le mataron a su papá, a dos hijos y a cuatro familiares en diferentes momentos (Pastora Mira) y otras víctimas como Piedad (Córdoba), Héctor Abad… Fue un privilegio estar ahí. Lo que hizo el presidente Santos, entonces, fue ponerle rostro y nombre a las víctimas. Antes las víctimas éramos una fría estadística: ocho millones. Esta fue una oportunidad para entender que las víctimas no están para pedir, sino para dar y ese fue el mensaje: entrega; entregar su dolor por el perdón.

El 10 de diciembre de 2016, en Oslo, Fabiola junto a las víctimas que acompañaron a Santos a recibir el Nobel de Paz.
El 10 de diciembre de 2016, en Oslo, Fabiola junto a las víctimas que acompañaron a Santos a recibir el Nobel de Paz.

Llegamos a la ceremonia muy puntuales.Había muchos colombianos de países vecinos que viajaron a recibirnos con las banderas. Entramos, cada uno con su identificación. Yo llegué y mi tarjeta me decía que debía sentarme entre Clara (Rojas) e Ingrid (Betancur). Cuando entró el Presidente fue muy emocionante; también al escucharlo cuando hizo referencia a las víctimas y nos pidió que nos pusiéramos de pie. Es una sensación indescriptible. Sentí ilusión, pero también ganas de llorar. Lo único que hice fue mirar hacia arriba, buscando el cielo y decir: ‘esto es para ustedes’ (a los diputados) y empecé a pasar cada nombre, cada aplauso era para ellos. Sentía que era un homenaje a ellos y a todos los que murieron por el conflicto. Porque nosotros somos sobrevivientes; ellos no volvieron, se quedaron esperando un acuerdo que les permitiera su libertad. Yo lloraba y me abrazaba con todos y pensaba: “qué rico estar ahí”, pero el costo es muy grande.​

Cambiaría todo esto por mi vida de antes; que Daniela hubiera crecido junto a su papá, pero recibo con resignación lo que la vida y Dios me han dado. Fue muy reparador estar ahí porque se logra algo y es que queden en la memoria del mundo las víctimas del conflicto en Colombia. Porque cuando se hable del Nobel, cuando entren al Museo del Nobel van a ver el premio de Juan Manuel Santos que fue dedicado a las víctimas.

“Yo tengo que ser la viuda”

Ser una de las víctimas más visibles tuvo sacrificios, por ejemplo, yo tengo mi vida ahí, llevo años dedicada a este tema y a sacar a mi hija adelante y eso también tiene unos costos, como que la gente lo quiere ver a uno así siempre: en el puestico, sola. Si salgo a tomarme un café con alguien, entonces la gente habla. Yo tengo que ser la viuda el resto de mi vida, eso es lo que he percibido de mucha gente, pero creo que ya no quiero ser más víctima del conflicto. Yo ahora quiero ser constructora de paz, del posconflicto.

Dar un paso adelante y todo este proceso reparador, haber estado en La Habana, haber tenido frente a frente a los victimarios y haberles dicho todo lo que guardamos muchos años, ayuda. Puedo decir hoy que no tengo rabia, ni odio, que tengo un dolor que me va a acompañar el resto de mi vida, pero no odio. Aunque todos hemos intentado empezar una nueva vida, uno queda con un compromiso moral de trabajar por la paz. Me retiré un tiempo, pero siempre este tema lo busca a uno y siento que es un legado de Juan Carlos que soñaba con la paz de este país. Yo le decía que era monotemático y al final heredé esa pasión, ese sueño y siento que el mejor homenaje que puedo hacerle a Juan Carlos no es quedarme sola, si no trabajar por la paz, por la reconciliación.

Siempre he sentido la presión de la sociedad. En las redes sociales, la gente siempre te busca novios, relaciones o te está cuestionando y algo que he aprendido es que la gente siempre va a hablar. Yo creo que llegó el momento de pensar en mí. A Juan Carlos lo recordaré el resto de mi vida, lo admiraré por todo, pero puedo decir ahora que le cumplí, primero, al hacer de Daniela una gran mujer, inteligente, sencilla, capaz; segundo, hablando siempre de él, que su nombre permanezca en la memoria y tercero, que sus asesinos le hayan pedido perdón, que hayan orado conmigo pidiendo su descanso eterno.

El dolor transforma, quien no se transforma con el dolor está condenado a repetirlo.

Alguien me preguntaba: “¿bueno, y usted qué va hacer para rehacer su vida?” y yo decía que Dios siempre me pone donde debo estar y siempre me manda lo que necesito o me va a servir. Si no llega nadie es porque quiere que esté sola, pero no con la presión de que por qué tengo que estar sola o qué me da miedo enfrentar.

Ya no tengo la prevención de qué van a decir porque ya le cumplí a Juan Carlos. La sociedad te señala mucho. Tú puedes ver hombres que se quedan solos porque su mujer murió y al año ya tienen a alguien y nadie les dice nada… Hoy de lo que me estoy enamorando es de trabajar por la paz, ya no desde mi dolor sino desde la entrega; ya no de pedir verdad o respuestas; ahora quiero entregar, cómo vamos a acompañar a las víctimas para que sean reconocidas, para que tengan oportunidades. He tenido oportunidades y sentirse útil ayuda a reparar más rápido. La mayor responsabilidad que tenemos es trabajar por la reconciliación.

Perdonar sana

En La Habana, junto a negociadores de paz y familiares de los diputados asesinados por las Farc.
En La Habana, junto a negociadores de paz y familiares de los diputados asesinados por las Farc.

Como víctima estás esperando verdad, que el Estado te repare, pero como constructor de paz estás dispuesto a dar, a entregar a esas personas que no tienen. ¿Qué me gustaría entregar? El tema del perdón individual. Si las víctimas entendieran lo que sana perdonar, muchas estarían hoy perdonando. Le encuentras sentido a la vida y eso es lo que quiero, trabajar el perdón con las víctimas y con la sociedad, el tema de la reconciliación.

Varias familias de los diputados hicimos un trabajo muy fuerte con la Fundación el Arte de Vivir. Trabajamos respiración y meditación como un instrumento para contrarrestar el trauma. Aprendimos que cuando respiras empiezas a tranquilizarte. Mi hija también hizo meditación. Cada vez que está estresada, medita y se nivela. Es sentir la respiración, disfrutar cada cosa. Por ejemplo, nos ponían a comer una uva y nos decían: se va a demorar un minuto comiéndola y entonces entendíamos que tener paciencia es disfrutar la vida, cada cosa. Como disfrutamos la experiencia que nos puso la vida en Oslo, donde conocimos gente maravillosa. La gente no entiende la dimensión de esto (el Premio Nobel) por los celos políticos, la mezquindad, porque odia, pero en el futuro las consecuencias positivas para el país van a ser enormes y fue una experiencia sanadora y que le cambia a uno la vida.

¿El fin de un ciclo?

¿Que si este es el cierre de todo el trabajo en memoria de los diputados? Lo que sé es que los hijos se están organizando y los más grandecitos están orientando a los pequeños. Por ejemplo, en estos días estaban grabando en la Universidad del Valle un documental con los hijos de los diputados y cada uno contaba la historia. Yo la veía (a su hija Daniela) a lo lejos y pensaba: “estoy entregándole a mi hija un legado”. Esa nueva generación quiere liderar y apostarle a la construcción de ese nuevo país. El dolor transforma, quien no se transforma con el dolor está condenado a repetirlo.