Las Farc mataron a su padre; él decidió perdonar

Capítulo 2

 Un perdón poderoso

Las Farc mataron a su padre; él decidió perdonar

La canción es como un milagro. No solo porque fue un éxito salsero de los años 90, que incluso logró una reseña en la lista Billboard. No solo porque con ella y con un montón de detalles Héctor Fabio Arismendy, su padre, enamoró a su madre, María Consuelo Mesa.

‘Como tu amante o tu amigo, 
siempre quiero estar contigo,
siempre seguiré adelante,
como tu amigo o tu amante…’

Hoy, 26 años después de salir al mercado, ‘Tu amigo o tu amante’ tiene un poder sobrenatural, es el puente que permite que Sebastián se comunique con su padre, el compositor de un tema que con el tiempo se convirtió también en la banda sonora de un capítulo doloroso para Sebastián y para el país: la muerte de los once diputados del Valle del Cauca, asesinados por las Farc en cautiverio y cuya noticia estremeció al país.

La guerrilla se llevó de la Asamblea del Valle, en pleno corazón del centro de Cali, a 12 diputados, en un operativo cinematográfico en el que resultó muerto el patrullero de la policía Carlos Alberto Cendales, el 11 de abril de 2002.

Cinco años y dos meses después, el 28 de junio de 2007, confirmaron la dura noticia de que los diputados habían muerto en cautiverio. Los mataron, según dijeron los miembros del Secretariado, por un error operativo, creyendo que se asomaba un ataque del Ejército, pero luego se comprobó que no hubo tal ataque.

 

 Las circunstancias que rodearon el hecho, así como los detalles sobre los meses finales de los secuestrados asesinados, aún se desconocen.

Solo uno de los asambleístas, quien al momento del operativo descrito por la guerrilla se encontraba castigado y aislado del grupo, sobrevivió y fue liberado el 5 de febrero de 2009: Sigifredo López.

Sebastián Arismendy explica cómo se da esa conexión fantástica con las letras de su padre:

“Cuando quiero inspirarme o quiero que mis emociones broten escucho las canciones de mi papá. Pero cuando quiero que me hable, que me diga qué debo hacer voy a esa canción (‘Tu amigo o tu amante’), la escucho y siento que entonces él me da una respuesta. Es algo hermoso”.

Con otras canciones famosas de su papá le ocurren cosas similares, como con esa que dice:

‘Cuando aparezca el amor,
cuando aparezca el amor,
mi vida sí cambiará,
sí cambiará’.

Pareciera que sin ser consciente de ello, Sebastián hubiese heredado de Héctor Fabio el talento para escribir; hizo hizo parte del grupo de familiares de los diputados del Valle asesinados, que en septiembre de 2016 tuvieron un encuentro en La Habana con Iván Márquez, Joaquín Gómez y Pablo Catatumbo, autor intelectual del secuestro de los asambleístas.

Sebastián, el chico que de 9 años deseó matar a los asesinos de su padre, 9 años después, al tenerlos frente a frente, tuvo la paz para decirles lo que alguna vez pensó, acompañado de un ‘ya no siento eso, ya los perdoné’.

Eso, luego de recordarles lo que sufrió, la infancia extraña que vivió, las afugias que pasó, el llanto y todo lo que conllevó el tener un padre ausente secuestrado y luego asesinado.

También hizo parte de las familias que asistieron a la ceremonia de perdón público que el 3 de diciembre de 2016 hicieron los miembros del Secretariado en la Iglesia de San Francisco, en el marco del proceso de negociación entre las Farc y el Gobierno. Además, ha sido participante de todo lo que tenga que ver con honrar la memoria de Héctor Fabio y los demás políticos asesinados.

Hoy, en Bogotá, su vida transcurre en medio de libros, esos que tanto le pidió su padre no abandonar, y en medio del corre corre universitario.

Este es su testimonio:

“Junto a mi padre tengo muchos momentos inolvidables, pero destacaría tres de ellos. El primero es, indiscutiblemente, cuando me cargaba en caballito por la casa. Le encantaba tirarse al suelo y que yo me subiera sobre él. Cogía un trapo y se lo metía en la boca y hacía como si estuviera galopando, nos íbamos por toda la sala; los juegos con él eran muy lindos.

El segundo era con los dulces. Mi mamá era demasiado rígida; mi papá era muy laxo y a él le encantaban los dulces como a nosotros, entonces hacíamos un complot con él, mi hermano y yo comprando dulces, y mi mamá nos regañaba. Nos íbamos a un lugar en Cartago a comprar dulces americanos y los escondíamos para que mi mamá no los viera.

Y el tercero tiene que ver con una pelea con mi mamá, quien siempre fue mucho más estricta hasta que secuestraron a mi padre. Recuerdo que le hice una vez un berrinche muy grande a ella y me regañó y en ese enfado yo terminé vomitando. Mi papá no soportó verme vomitar por la rabia, entonces me defendió y me alcahueteó la llorada.

La enseñanza más linda que me dejó mi papá es amar. Amar a la familia, a mi hermano, a mi mamá, a mis primas, a mis tías… A respetar muchísimo.

Nunca me ha gustado pelear, siempre me ha gustado sacar todo por la vía de la palabra y he llevado la batuta del respeto tanto a la mujer como al hombre, nunca me apenó amar con berraquera, porque todo con amor se puede: si tú amas el estudio, lo haces bien; si tú amas tu trabajo, trabajas con pasión. Esas son las tres mejores enseñanzas que me dejó mi papá.

Mi papá siempre quería instruirme. Me dijo desde pequeño que me leyera ‘los libros del porqué’ (por qué llueve, por qué el cielo es azul…) que eran una herencia de mi bisabuelo a mi abuelo Hernán, quien murió en un accidente trágico en la vía a Pereira, cuando mi papá tenía 8 años. En Cartago tenemos una biblioteca de seis mil libros, que era de mi padre”.

El secuestro, el día más triste

Recuerdo que esa mañana (11 de abril de 2002) mi papá estaba enfermo y le habían dado incapacidad. Él no iba a la Asamblea a quedarse, solo a dejar la incapacidad. Recuerdo que me levanté y le dije: ‘Papi no te vayas, quédate con nosotros’, pero él se fue a dejar la incapacidad. A las 4:00 de la tarde veo a mi mamá llorando y llega a la casa un montón de gente que yo no conocía.

Estaba en la sala jugando con mi hermano, con un carrito, cuando mi mamá se acerca y me dice: ‘tu papá se fue a un viaje y no sabemos cuándo regresará’.

Era muy difícil explicarle a un niño de 4 años qué era un secuestro. Ya luego, con los años, empezamos a darnos cuenta de lo que estaba pasando en Colombia. A los 9 años ocurre la noticia trágica que nadie sabía cómo explicar (la muerte de su papá).

Mi niñez fue distinta a la de otros niños. No tengo recuerdos jugando, gritando. Mis recuerdos son en marchas en Cartago, Cali y ciudades cercanas, llevando una camiseta que decía ‘te esperamos’ y la foto de mi papá. Siento que maduré muy temprano a causa de tanto dolor. Fue una infancia extraña.

La relación con mi mamá cambió demasiado cuando a mi papá lo secuestraron. Aunque era un niño muy pequeño, siempre dije que me iba a dedicar a mi familia, a ser el hombre de la casa, así tuviera 5 años y empecé mi transformación.

Mi mamá se convirtió en mi mejor amiga, en mi princesa. Desde los 12 años en mi casa se toman las decisiones de manera conjunta. Siempre nos da consejos de cómo se tienen que hacer las cosas y nosotros tenemos el albedrío de hacerlo o no, y gracias a esa libertad no estamos en ninguna senda rara. En mi casa jamás me dijeron que obedeciera a tajo como en el Ejército. Siempre ha sido una deliberación con libertad de opinión.

El encuentro con los secuestradores

En el momento en que se produce la invitación para ir a la mesa de negociaciones con las Farc, en La Habana, yo estoy estudiando dos carreras y mantengo muy ocupado.

Veo que mi mamá me llama muchas veces de seguido. Me salgo de clases y le contesto y me dice que Fabiola (Perdomo, la viuda del diputado Juan Carlos Narváez) le preguntó que si yo quería ir a La Habana. Le dije que bueno, pero nadie me explicó bien de qué se trataba. Me fui a esperar lo que me trajera el destino.

En La Habana empezaron a hablar del tema y me doy cuenta de que estarían los comandantes. Entro en ‘shock’ porque no estaba preparado.

Luego supe que cada uno tendría 15 minutos para hablar. Y yo pensaba, ‘me he preparado toda la vida para mis sentimientos, pero no para esto’. Y no me gusta ser banal en mis palabras. Eran las 12:00 de la noche del viernes previo, me fui a mi cuarto y escribí hasta las 3:00 de la mañana las palabras que siempre había querido decirles en la cara. Lo que hubiera querido que mi padre dijera por él. Confieso que tenía mucho miedo, demasiado miedo, desde la noche anterior y en la mañana no fui capaz de desayunar. Con el estómago vacío me fui.

Antes de que llegaran hablé con el padre Francisco De Roux y con monseñor Darío Monsalve. “Sebastián, le voy a pedir al Espíritu Santo que esté contigo y que puedas tener una mejor trascendencia en tus palabras”, me dijo monseñor Monsalve.

Entonces me senté en un sofá y vi las imágenes de toda mi vida y las palabras que tenía para decir en mi iPad… Cuando anunciaron su llegada (los exguerrilleros) se me pusieron las manos frías y empecé a temblar. Pero cuando los vi entrar se me pasó el susto. Simplemente vi que llegaron personas que han sido malas, pero no sentí ganas de hacer algo contra ellos, sino motivación para decir con certeza lo que quería decirles desde hace años.

Me presenté, dije quién era, les mostré mi infancia, les conté los problemas que tuve por culpa de ellos. Hablé de mi dolor, de la familia que no tuve por culpa de ellos, de las muchas veces que anhelé tener a mi papá, quien era mi ejemplo de vida, al lado mío, dándome enseñanzas.

Les conté cuando juré matarlos a los 9 años, señalándonos uno a uno: ‘a usted lo quería matar, a usted también lo quería matar’, pero ese rencor ya no está en mí. Decidí perdonarlos y eso me hizo libre. Algo que ustedes jamás van a poder entender ni sentir.

Los cinco años de secuestro y después la muerte de mi padre causaron un gran destrozo en mi vida. Les dije que ya no sentía odio ni dolor.

Iván Márquez me dijo que ellos habían recurrido a las armas porque no tenían ningún otro recurso, entonces le dije: “Yo sí creo que las armas no son la única salida de los conflictos. Soy de la filiación política que cree que las ideas y los votos son más poderosos que las balas”.

Le manifesté que todos estos sentimientos eran porque quería que a mis hijos les tocara una mejor Colombia que la que me tocó a mí y le expresé también que esperaba que me devolvieran el patrimonio de mi papá que eran sus composiciones, lo que escribió secuestrado.

Luego de eso, uno se siente libre. Uno siente que descargó esas energías. En el corazón y en la mente quedan demasiadas cosas atrapadas.

Con esas palabras, mis energías salieron y reconstruí una parte del alma que me hacía falta. Creo que es un paso para la reparación del alma de las víctimas, un camino para la muestra de buena fe de los victimarios y el principio de la paz de Colombia.

Sobre Sigifredo López

Nunca pensé que Sigifredo fuera cómplice de esto (el secuestro de los diputados del Valle del Cauca, del cual resultó ser el único sobreviviente). Sin embargo, cualquier persona que sea humana y a la que la Fiscalía le muestre unas pruebas y diga que sí y que sí, pues empieza uno a pensar ¿qué pasó?

Nunca dije que fue cómplice, pero sí fue una sorpresa ver en los medios que la Fiscalía tenía unas pruebas. Nosotros vimos la experiencia de Patricia (la esposa de Sigifredo), de sus hijos, de su mamá… todos sufrieron con nosotros. Era imposible pensar que eso era cierto. Pero las personas que no vieron ese sufrimiento, seguramente pensaron que lo que decía la Fiscalía era verdad.

Con lo que dijo Pablo Catatumbo sobre Sigifredo uno queda más tranquilo. Pensé: “que rico haber tenido la razón”. Me parecieron muy conmovedoras las palabras de Patricia, cuando le dijo a Catatumbo: “por favor, dígalo, que nosotros hemos sufrido, nos han revictimizado, dígale por favor a todo el mundo que no tuvimos nada que ver”.

Su perdón

No es un momento exacto. El perdón no se decide de la noche a la mañana, es una trascendencia en el tiempo y ese proceso debe llevarse de manera personal, no es que alguien tenga que decirte que debes perdonar. El perdón lo hace sentirse a uno libre y feliz. Es muy difícil perdonar solo con conceptos humanos, hay que trascender hacia las divinidades para entender el perdón. En Cartago, el padre Gustavo fue un gran soporte para mi familia.

Perdonar es necesario para seguir con la vida y para poder estar tranquilo, porque si uno continúa en la incertidumbre del dolor y la venganza, la vida se mantiene en  el rencor y la venganza, en llorar y en estar triste. La vida encaminada en el mismo sentido.

Si tú perdonas, no olvidas, pero te alejas de ese dolor y aceptas lo que pasó. Nada puede volver atrás, pero hacia adelante todo puede ser mejor. Es el futuro de una familia, de una sociedad y así se construye mejor para poder ser feliz.

Soy muy realista y probablemente las cosas que mi papá tuvo en el cautiverio ya no existen. ¿Qué pueden haber guardado ellos? Pero yo sería feliz con ver al menos las letras de las canciones, porque esa es la muestra más grande de su sentimiento. Mi papá en las pruebas de supervivencia nos dijo varias veces que nos escribió canciones y libros.

La paz, la verdad y la política

Un día, cuando llegué de la universidad, mi mamá prendió el televisor y estaba hablando el presidente Juan Manuel Santos, diciendo que ya había acuerdo de paz y que lo iban a publicar para que todo el mundo lo viera. A mí me sorprendió demasiado, porque no pensé nunca que se iba a llegar a un acuerdo. Cuando escuché eso, no sé, a mí me llegó como la inspiración y me senté a escribir. Dejé la comida a un lado, cogí el computador y escribí mi primera carta que publiqué en Facebook antes de ir a La Habana.

Ahí empezó todo. Y dije que confiaba y que esperaba que todos de verdad quisieran que se acabara ya esta guerra, que nos dejó tan mal a tantas personas. Esa fue la primera carta. Ese fue el día que decidí dedicarme a esto. Apoyé el proceso de paz por construir una sociedad más íntegra ante el tejido social que se partió, pero jamás votaré por un miembro de la Farc, no se lo merecen.

Les faltan muchísimos años para construir esa autoridad moral que destruyeron, para venir a hablar de equidad y del daño de la corrupción. Espero que a las personas desmovilizadas les vaya bien, que los empresarios los ayuden, que comprendan que tienen un gran papel en este proceso; son gente con grandes habilidades para construir empresas agropecuarias, cultivos que le generen al Producto Interno Bruto y pueden llegar a construir cosas buenas si les brindan una buena formación.

Creo que el anterior gobierno, para sacar adelante la paz, tuvo que hacer algunas cosas que no fueron buenas, ceder en justicia, reparación y verdad. Pero creo que a veces es necesario ceder para conseguir algo y recuperar mucho más. Ganar utilidades, eso es lo que deberíamos estar haciendo, pensar en cómo aportar y no simplemente atacar en redes sociales diciendo que esto está muy mal, que el país no tiene futuro. Yo no pienso así.

Yo no crecí en una burbuja. Veo diferente el país gracias a que he vivido en varias ciudades, he conocido muchas personas, una buena abstracción de lo que es Colombia.

En mis redes sociales sigo apoyando la construcción pacífica de este país. En la universidad, siempre que tengo oportunidad, hago debate con mis profesores y mis compañeros para empezar a construir el tejido social desde las aulas.

Me parece importante que los jóvenes de hoy no solamente se enfoquen en el exterior y más allá de las fronteras, sino que también se pongan aquí a manejar los problemas internos, que es lo que deberíamos estar haciendo. También, me gusta hablar con víctimas, les escribo, les respondo e intervengo para que les respondan y les ayuden más rápido.

He estado haciendo lo posible por ayudarlos y eso mismo les pido a los medios: que nos ayuden con las víctimas que no son escuchadas y que quieren mostrar sus historias.

Estuve en la firma del decreto de reparación y justicia, y espero que de verdad nos cuenten qué pasó, quiénes planearon su secuestro, que nos ayuden a construir una memoria de su secuestro, qué hacían, cómo dormían, los recorridos que hicieron, cómo se daban cuenta de nosotros, todas esas cosas que nos quedan de recuerdo, porque para nosotros es algo que se perdió.

Me preocupa mucho que cualquier rumor, cualquier comentario daña todo. Estamos polarizados. De extremos. Y este ambiente puede llevar a que nos odiemos más, después de lo que dejó el plebiscito.

Del país de hoy me preocupan tantos escándalos, la corrupción. Y sobre la paz, lo débil que a veces pareciera estar esto. Me preocupa mucho que cualquier rumor, cualquier comentario daña todo. Estamos polarizados, de extremos y este ambiente puede llevar a que nos odiemos más, después de lo que dejó el plebiscito. Me preocupa también que las Farc no estén cumpliendo, que no usen todo esto solo por política y se muestren con caras lindas, sino que de verdad hagan las cosas.

Me preocupa que el Gobierno se pasa con los beneficios a las Farc y está dejando de lado a las víctimas. No es bueno que todo sea para las Farc, que haya igualdad. Me preocupa también el pesimismo y las ganas de que todo vaya mal. Puede que los gobernantes hagan algo bueno, pero si en general hay pesimismo, las cosas van a estar mal. Eso es lo que veo en las redes sociales, que la gente no cree en nada, que siempre está esperando que las cosas vayan mal.

En economía hay algo que se llama la ecuación de Fisher, que compara el desempleo con la inflación y la inflación esperada y lo que dice es que si la gente espera que haya más inflación, pues habrá más inflación; si la gente piensa que el banco central está bien y va a poder controlar las tasas y que la inflación va a estar buena, a la inflación le va a ir mejor. En general, las intenciones y el pensamiento de la gente influyen en la realidad. Hay un problema microsocial en tanto a construir algo mejor. Siempre se debe tener una actitud de construcción y eso es lo que más preocupa.

¿Que si voy a ser político? Seguramente. La mayoría del tiempo dije que no quería la política por la corrupción y tantas cosas que pasan. Pero muchas personas me dijeron: “Sebastián, es tu decisión hacer lo que quieras, pero no te quejes luego por tu país, si cada vez es peor”. Esas palabras me llegaron. Si yo quiero ver a mi Colombia diferente, más construida, más equitativa, no se la puedo delegar a personas que tomen el mando y las decisiones.

Quiero tomar partido e intentar mostrar mis ideas a otras personas. Primero, quiero vincularme a la industria para mantener a mi familia bien, ya después me gustaría ponerme al servicio de las personas. No usar la política para volverme rico. Lo haré como mi papá, que primero fue abogado y músico y luego sí se metió a la política. Yo pienso que el político debe ser el empleado del pueblo.

Creo que la experiencia de haberles hablado de frente a los secuestradores de mi padre me hizo más berraco. Cuando eso pasó, volví a ver la rabia, el rencor. Eso me hizo más fuerte, mucho más valiente, delante de todas las personas; volver a tener vida.

Un aprendizaje de esa experiencia es decir las cosas con total sinceridad. No guardar nada y ser cada vez más maduro. Y a los jóvenes decirles que a pesar de la edad, se pueden hacer cosas muy grandes y llegar al punto de perdonar. Uno no se alcanza a imaginar esto hasta que lo vive, lo siente y lo cree”.